jueves, 27 de octubre de 2016

Hortus Sanitatis





Las virtudes de animales y de plantas.

Paseaba Fray Ginés, el herbolario, por estas altas parameras y estos cuetos bravíos de Escalada, pensando en el oficio y en el favor que había hecho a los cristianos el estudio riguroso de las virtudes de animales y de plantas en la lucha contra dolencias, bubas, calenturas y tercianas.

Valga decir, pensaba Fray Ginés, que aquellos tumores fríos, las escrófulas (a los que el tal Voltaire llamaba, según dicen, "lamparones") hubo un tiempo en que el vulgo creía que solo podían curarse por mediación divina o, en su caso, cuando los reyes cristianos, que reciben de Dios todas las gracias, ponían su dedo en las bubas del enfermo.

¡Cuánto dolor se habría evitado siguiendo los consejos de los grandes maestros que, para tales ocurrencias, aconsejan la ceniza rehogada de la carne y el hígado del burro, el estiércol del búfalo o el mismo excremento del camello!

Y quien habría de pensar que más monta (para la cosa del curar, que Dios nos valga) un burro, un búfalo, un camello que las manos consagradas del Rey de las Españas.