Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
miércoles, 19 de octubre de 2016
Hortus Sanitatis
La virtud del ajenjo
Lo decía Fray Ginés, el herbolario de Escalada, asegurando, sin empacho, que la virtud del ajenjo está en que "si se le coloca debajo de la cabeza producirá dulce sueño, siempre que el enfermo no se aperciba de que se lo han puesto"
Y debía ser verdad, pues que Elpidio, el carpintero del taller de la Cuesta Castañón dormía como un tronco hasta que descubrió que su mujer le aplicaba en secreto tal remedio.
No volvió a pegar ojo y pasaba las noches agobiado, en un puro sobresalto.
Que algo tramaría Donatila para que fuera preciso tanto sueño amodorrado.
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