jueves, 16 de marzo de 2017

Hortus Sanitatis


La virtud divina de la ortiga.

Primitivo, mozo voluntarioso y bien dispuesto, que servía en la venta del Miserias, a la misma salida del camino de La Robla, confiaba en sacar algunos cuartos enfrascando y vendiendo a la parroquia aquel licor de ortigas cuya fórmula le había confiado, en noche de borrachera, un afilador que, siguiendo su rueda y la suerte del oficio, caminaba hacia Busdongo y que, según declaraba convencido, el tal licor parecía tener (entre otras muchas, pero menos importantes) la portentosa virtud de envalentonar el miembro perezoso o dormido de los hombres.

Pero no prosperó el negocio ni la bolsa del muchacho.

Que la parroquia prefería seguir con la copina del orujo y la galleta, que más vale protegerse de la helada y que, frente a esto, resulta de poco alivio andar con valentías de bragueta cuando se trajina por estas altas parameras solitarias y uno está lejos de casa.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿El afilador no sería Piñeiro?

Francisco Flecha dijo...

No consta,pero no quita