Si te enojas, Luz María,
ten cuidado, vida mía,
no dejes desorejado
al hijo de tus entrañas,
que no siempre está san Charvel
presente y desocupado
para hacerte a tí el milagro
por mucho que se lo pidas.
.
Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
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