Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
Me sumo al homenaje reproduciendo un fragmento del apartado Teología del Libro de los abrazos: "El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía. Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si merezco ser asado en la parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de la clase media; y al fin y al cabo, se hará justicia. Sinceramente: merecer, merezco. Nunca he matado a nadie, es verdad, pero ha sido por falta de coraje o de tiempo, y no por falta de ganas. No voy a misa los domingos, ni en fiestas de guardar. He codiciado a casi todas las mujeres de mis prójimos, salvo a las feas, y por tanto he violado, al menos en intención, la propiedad privada que Dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: No codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro, ni a su asno... Y por si fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el acto del amor sin el noble propósito de reproducir la mano de obra. Yo bien sé que el pecado carnal está mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora".
Vale ! Buenos e inolvidables homenajes a ese Eduardo Galeano que en los últimos tiempos estaba tan próximo a los Latinoamericanos y la gente lo admiraba así, fresco y natural como era. No he conocido su obra como la de García Márquez. De modo que me sumo a estos homenajes vuestros a un hombre cuyas palabras permanecerán en la memoria de los pueblos.
2 comentarios:
Me sumo al homenaje reproduciendo un fragmento del apartado Teología del Libro de los abrazos:
"El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia
y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me
amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía.
Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si
merezco ser asado en la parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me
salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de la clase
media; y al fin y al cabo, se hará justicia.
Sinceramente: merecer, merezco. Nunca he matado a nadie, es verdad, pero
ha sido por falta de coraje o de tiempo, y no por falta de ganas. No voy a misa
los domingos, ni en fiestas de guardar. He codiciado a casi todas las mujeres de
mis prójimos, salvo a las feas, y por tanto he violado, al menos en intención,
la propiedad privada que Dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: No
codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro, ni a su asno... Y por si
fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el acto del amor sin el
noble propósito de reproducir la mano de obra. Yo bien sé que el pecado carnal
está mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora".
Vale ! Buenos e inolvidables homenajes a ese Eduardo Galeano que en los últimos tiempos estaba tan próximo a los Latinoamericanos y la gente lo admiraba así, fresco y natural como era. No he conocido su obra como la de García Márquez. De modo que me sumo a estos homenajes vuestros a un hombre cuyas palabras permanecerán en la memoria de los pueblos.
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