domingo, 21 de octubre de 2012

Las gallinas

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Cuando murió "aquel hombrico", su Bernardo, Donatila fue perdiendo la ilusión, las ganas de excavar la huerta por su tiempo, de cuidar las escarolas, de llevar a la plaza el cebollino.

Después fue abandonando la comida, la salida al rosario, el rato de tejer en la abrigada con el resto de las vecinas, el encender la cocina.

Cuando se le comenzaron a hacer irresistibles los meses y los días tomó la decisión firme y serena de echarse a morir.

Apagó todas las luces, puso la tranca a las puertas del corral, subió para la alcoba y allí se echo a morir encima del cobertor.

Pero la muerte tarda en llegar cuando la esperas: le dio tiempo a rezar el rosario, la recomendación del alma, la novena de la gracia, a hacer el repaso de cómo quedaban las cosas de la casa y entonces, cuando parecía que ya empezaba a entumecerse, se acordó de repente:

¡No había echado de comer a las gallinas!

No quedaba más remedio que aplazar la solemne decisión para otro día.


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1 comentario:

Beatriz Basenji dijo...

He tenido la inmensa satisfacción de conocer alguna viuda tal como describes la de Bernardo.Estas no se echaban sobre el cobertor de la cama a esperar la muerte.Visitaban a los vecinos y decían: "Yo me podría morir con total tranquilidad,pero,que sería de mis pobrecitas gallinas?Justo ahora que se estan por poner cluecas?
Cordiales saludos.