Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
lunes, 16 de julio de 2012
La dinamita
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Cuando la Diputación Provincial se decidió, por fin, a abrir la carretera nueva que nos permitiera acabar con el largo aislamiento del invierno, que veníamos sufriendo desde Adán los habitantes de aquel pueblo de los Picos de Europa al que dieron en ponerle de nombre, como una maldición, el de "Caín", el valle se llenó del estrépito que producía la dinamita en su intento de terminar con aquellas angosturas de los riscos.
Volaban los cascotes, en medio de una espesa polvareda, y el eco arrastraba por las peñas, repetido como una letanía, aquel estruendo, ronco y redondo como los cantos pulidos del Río Cares.
Alipio, el de la Venta, con la vista clavada en los desmontes, repetía sentencioso, como quien ha llegado a un radical descubrimiento:
- Está visto que, para hacer daño, después de Dios no hay nada como la dinamita.
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