domingo, 1 de enero de 2012

La autocrítica

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Versión narrada´
La autocrítica

Versión escrita

Durante mucho tiempo, en aquellos años de juventud, fue referencia obligada de todas nuestras conversaciones de bodega en tardes de amor y vino.


Cualquiera que fuese el punto de partida, la conversación caía siempre, en algún momento, en el recuerdo de alguna tierna ferocidad, conocida por todos, del cabo Picurri.


Siempre se contaban las historias como nuevas, aunque eran siempre las mismas, y siempre las reíamos como si hubiesen ocurrido ahora mismo.


Se convirtió en una especie de héroe de tebeo, orgulloso y exigente, tierno y desvalido, azote y mayoral de la tropa en aquel campamento de reclutas destinado, parecía, a que los mozos de reemplazo de Murcia o Extremadura descubrieran en sus carnes la experiencia irrepetible de las heladas de Enero en las altas parameras de esta tierra.


Los quince años de oficio a golpe de reenganche, la voz un poco rota por culpa del tabaco, del orujo o de los gritos que acompañan la instrucción le daban mucha más autoridad de la que cabría esperar de los galones o de la estampa militar que cabía en su metro sesenta de estatura.


Como de todos los héroes de leyenda, se contaban de él cuatrocientas aventuras de faldas sabiamente entremezcladas y las visitas de otras veinte al coronel a reclamar justicia o protección por la deshonra sufrida en noches de verbena al abrigo de las parvas en las eras.


Porque el cabo, además de otras prendas más íntimas u ocultas tenía un hablar meloso cuando estaba con mujeres que para sí lo querría más de un capitán de la academia.


Incluso, cuando estaba de servicio en el cuartel, sobre todo al llegar los sargentos de complemento (a quienes solía mirar con indulgencia porque, a pesar de sus estudios, no eran militares de raza y de macuto, exageraba, si cabe, el cuidado en la expresión.


Era entonces cuando solía decir, como advirtiendo, aquella frase, al principio de las guardias, que quedó para nosotros como un lema insuperable:


- "¡Ten cuidado, chaval, y no te duermas, que te meto una autocrítica que te cagas!"


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