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Eran tiempos de ferviente y radical afirmación de las lenguas regionales, largamente proscritas y humilladas como cosa de ignorantes payeses, aldeanos y pastores montaraces.
La cosa es que, por entonces, se reunía un grupo numeroso de maestros vinculados a eso de las "Escuelas Asociadas a la UNESCO" en su Asamblea Anual. Este año era en San Sebastián y aquello era un Babel de gentes hablando cada una a su manera: en gallego, en catalán, en castellano y en euskera.
Fue aquello lo que debió provocarle un cierto resquemor a Nicanor Pérez de la Varga, un maestro de Gijón, bueno de corazón (al que, tal vez por semejante condición o por aquellas guedejas rubias que, todavía, orlaban su calva amplia y casi franciscana, algunos dieron en apodarle, con cierta picardía, "el querubín").
Pues, como digo, pidió turno Nicanor para una "comunicación" y, tras dedicar cuatro minutos a presentar las glorias del Prerrománico Asturiano y otros cuatro a un vídeo etnográfico titulado "Cómo se faen les madreñes", se armó de valor y dijo entre orgulloso y dolido:
-"Pues en Asturias también tenemos nuestra propia lengua. Unos llámanla "el bable" y otros "la Llingua". Y para que os hagais una idea de cómo suena, os diré una frase que aparece en muchas pintadas de Xixón. Dice: "Bebe sidra ye una cosa natural"
Desde el fondo de la sala se oyó una voz, seguramente malintencionada:
-"Pues eso es una lengua con un par de cojones, si señor".
Y la concurrencia, como aprobando, rompió en una sonora carcajada.
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