miércoles, 2 de abril de 2008

árbol frondoso.


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Sor Teresa, o sea, en el mundo, Encarnita la de Tomás el de la fragua, había llegado a esa edad incierta e inexorable en la que una recuerda lo que ha hecho y lo que queda después de treinta y cinco años de convento. El convento donde había ingresado cuando niña. Y el balance resultaba lastimoso: no había tenido (como era de esperar, por otra parte) ni un solo hijo, ni había escrito jamás un solo libro, ni siquiera un milagro tan solo o un prodigio, ni un atisbo siquiera de estar llegando a santa o a abadesa.

Quizá por todo ello, o por los ayunos y abstinencias de la última cuaresma, se le apoderó de repente una tristura insuperable.

Así que, una mañana aún fría de marzo, el día de San Patricio, por más señas, después de la oración de la mañana enterró sus pies en la huerta, entre el pozo y el membrillo y esperó a pie firme y en silencio. A la hora de nona ya había empezado a enraizar. Con el toque de vísperas, le brotaron yemas y brotes pequeñitos en los brazos y hoy, tres veranos más tarde es un árbol frondoso y vegetal cargado de manzanas, de pájaros y trinos.

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12 comentarios:

Anónimo dijo...

árbol es un brazo con dos manos, una enterrada en la tierra y la otra en el cielo, manteniéndo a ambos unidos.

Nadies dijo...

Desde chico me dijeron que habían tres cosas que debía hacer alguien antes de morirse.

¡Nunca me lo tomaría tan en serio!

Anónimo dijo...

¡Insólito, pero genial! un manzano con nombre propio.

Anónimo dijo...

M, epidemor y anónima:
Muchas gracias por la visita y los comentarios. Si no supiera que estais ahí, leyendo mis historias, ahora mismo me enterraba hasta la cintura por ver si también enraizaba.
Saludos

Marcela dijo...

Todos tenemos raíces y no sería un mal destino transformarse en árbol. Al contrario. Hermoso cuento. Marcela.

Cecilia de la Vega dijo...

Qué belleza, qué maravilloso destino, transformarse en árbol... lo prefiero al tan mentado cielo, sinceramente. Muy buen cuento, como siempre! Felicitaciones!

Anónimo dijo...

Gracias Mar y Quillén por vuestra visita y comentarios. Vosotras si que escribís bien.
Saludos

Manuela Fernández dijo...

La supervivencia es el instinto más básico en el hombre, como la vida eterna es imposible lo queremos paliar con alguna forma de continuidad de nosotros mismos, y así queremos tener "frutos" para permanecer en ellos de alguna manera: permanecer en la vida de los hijos, en los libros que escribimos, en los cuadros que pintamos, en las enseñanzas que dejamos... Pasar por la vida dejando continuidad en nuestro rastro.

Anónimo dijo...

Así parece ser, Manly. Por eso ahora sor Teresa está tan oronda y tranquila.
Un saludo

Anónimo dijo...

Así parece ser, Manly. Por eso ahora sor Teresa está tan oronda y tranquila.
Un saludo

Karcoma dijo...

mejor volverse árbol que plantarse en la tristura, ¿no?

Anónimo dijo...

Así es, On the road, así es. Me consta que desde que se ha convertido en árbol anidado de pájaros y frutas, sor Teresa esta recorrida por una alegría irresistible, de raíces a ramas, que hace que aparezca tan frondosa.
Un saludo.