miércoles, 27 de febrero de 2008

Mucho más que dos boinas.

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El Padre Laurentino, jesuita octogenario que, como os he dicho, se había pasado la vida, desde mozo, revolviendo los archivos del Cabildo, además de ese tesón investigador y de algunos placeres confesables (como la atracción casi obsesiva que sentía por las natillas y el anís) era un ferviente defensor de las teorías roussonianas sobre la bondad originaria y radical del ser humano, cosa que daba a su persona una especie de halo de bondadosa ingenuidad.

Por eso le resultaba insoportable la visión del cuadro de Goya "Duelo a garrotazos", verdadero y, al parecer, incuestionable testimonio de una violencia extrema, irracional, feroz y primitiva del ser humano, infinitamente más impactante que aquellos otros cuadros de toros, perros, ciervos o gallos combatiendo.

Sólo conseguía explicarlo como uno de aquellos excesos del pintor, pretendiendo un irreal y dramático arquetipo de enfrentamientos pueblerinos. En fin, no más real que aquel otro de "Saturno devorando a sus hijos", por ejemplo.

Sin embargo, siempre le quedaba, al pensarlo, un resquemor inevitable.

Pero el tiempo termina premiando a los tenaces y todo pareció alcanzar el punto justo y su medida cuando el Deán Don Emeterio, del Cabildo Matropolitano de Zaragoza y compañero suyo de Comillas, le envió copia de una carta encontrada en el Pilar y que, al parecer, le fue enviada a Goya, cuando pintaba las bóvedas, por algún pariente de Fuentetodos y en la que, puntualmente, relataba un conflicto entre dos vecinos conocidos y que, mira tu por dónde, pudo ser la inspiración de aquel cuadro terrorífico. Terrorífico y exagerado, que eso sí que parecía ahora quedar claro.

Resultó ser, según decía la carta, que Julián el Garabito y Pedro el de Morrones se habían enzarzado una tarde del verano por la cosa del agua para el riego (que ya canta Labordeta lo que es eso del agua en verano y Aragón). Y así, entre "emburriones" y amenazas con la azada, se vieron metidos, sin apenas darse cuenta, en mitad del reguero hasta las ancas. Y esquivando los golpes, ya ves tú, se les cayeron las boinas al reguero.

(Y aquí, por mayor entendimiento, debo decir que un paisano despojado de su boina siente el mismo vértigo y sensación de desnudez que un canónigo en medio de una plaza.

Así pues, se apresuraron en silencio a recoger las boinas del reguero. Se las pusieron y, en pleno desconcierto, se fue cada uno por su lado y no hubo nada.

Pero no había pasado media hora y Julián llamó donde Pedro con la cacha.

-¡Pedro!.
-¿Qué hostias pasa?
- Que llevamos las gorras cambiadas.

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6 comentarios:

Anónimo dijo...

Curiosa recreación de un cuadro que siempre me había despertado la impotencia de unas piernas clavadas en el fango, sinónimo de un esfuerzo baldío por conseguir vencer una lucha intestina por un trozo de tierra.

Supongo que, a pesar de todo, eso es algo que sigue ocurriendo en pleno siglo XXI, y no precisamente episodios irónicos como el de las boinas intercambiadas.

Te sigo, me sigues. Saludos desde el Medtiterráneo.

Anónimo dijo...

Amigo Óscar: He querido, como el Padre Laurentino suavizar la terrible escena del cuadro con la anécdota de las gorras, que también retrata, como un óleo, a los cazurros de este mi reino menguante.
Saludos

Paco Achaval dijo...

Es una muy buena visión su cuento!, me agrada. Además como siempre se dijo, las obras de arte son casi un espejo, uno siempre ve en ellas, la procesión que va por nuestro espíritu.

Anónimo dijo...

Gracias, Achaval por la visita y el comentario.
Saludos

Cecilia de la Vega dijo...

Genial lo de la boina, me encantó.
Aplaudo su imaginación Sr. Panchoflecha. El relato del escritor devenido a "sin techo" también me gustó mucho. Nadie parece querer ver o escuchar a esta gente... Al relato del viaje en colectivo también lo disfruté mucho, una final muy original. Y la mona Chita, una filósofa contemporánea si las hay. Hacía tiempo que no pasaba, el trabajo me está consumiendo! Pero hoy pude darme una vuelta y leer todo junto, un gusto realmente.

Anónimo dijo...

Amiga Quillén. Me agradezco la visita y el comentario. No me extraña que no tengas ni un minuto, puesto que yo, al leer tu perfil (...), me entra ya un cansancio que tengo que ir directamente a dormir la siesta.
Saludos