domingo, 6 de enero de 2008

Consulta literaria

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Seguramente es cierto que los profesores que marcan (si hay alguno) una buena parte de nuestra orientación en la vida no son los de la Universidad, que a ella llegamos ya totalmente descreídos, sino los del Bachillerato. Quizá en esos momentos en que buscamos un modelo de adulto con el que identificarnos, es más fácil que reconozcamos en alguno de ellos el modelo que quisiéramos imitar.

Algo así fue para mí Don Bernardo Benavides, que nos daba literatura a los de 3º B en los lejanos años de sueño, silencio y frío pasados en la atalaya que el obispo Almarcha mandó alzar, abierta al viento y las heladas, en la cuesta "La Colorada", como si quisiera demostrar que donde hay frío no hay pecado.

Don Bernardo, que seguía los modos y maneras aprendidos, a su vez, de Don Antonio G. de Lama, nos inicio (como quien inicia en los caminos del juego, del tabaco, del sexo o de la vida, con la misma sensación de rozar la borrosa frontera de las cosas permitidas) en la lectura de clásicos y modernos, prestándonos libros de su propia biblioteca.

A él recurrí, frecuentemente, en las dudas y trabajos de los años de carrera.

Hace años que dejó la enseñanza secundaria y sacó plaza de Profesor Titular de Crítica Literaria en la Universidad Carlos III, donde es responsable de la materia "Creación Literaria y Nuevas Tecnologías".

Por eso, agobiado como estoy, he recurrido a él, después de tantos años para hacerle una consulta: Resulta que tengo abierto un Blog (como tal vez ya sepáis) en el que voy escribiendo cuentos, ocurrencias y chascarrillos que me vienen a la cabeza, a razón de dos por semana. Siempre nuevos (que es un trajín), porque parece existir una norma no escrita en la cosa de los blogs, según la cual está muy feo repetirse (cosa que me parece comprensible si lo que se escribe es un diario, que es muy difícil vivir dos veces la misma historia).

Así que, en una carta en la que le preguntaba cómo estaba y le contaba (por encima) mis últimos fracasos, le consulté, abiertamente si, en su opinión, está tan feo repetirse.

Casi a vuelta de correo me contestó, cariñoso como siempre:

"Querido Franganillo:
Tú, tan escrupuloso como siempre. No te agobies lo más mínimo. Piensa un momento en las cosas que te digo a continuación que, si no justifican la repetición, la hacen, al menos, comprensible:
  1. Que inventarse un cuento cada dos días es una trabajina imposible, cuando se quiere mantener la actividad más allá de los primeros empujes.
  2. Fíjate, por ejemplo, que los de los Simpson, con ser quienes son y ganar lo que ganan repiten los episodios al ritmo de 10 viejos por uno nuevo. Y así consiguen mantenerse años y años.
  3. Que cuántas veces me ha ocurrido comprar el nuevo libro de cuentos de un autor muy afamado, que vive de ello y, por ello, es muy premiado y encontrarme con que casi un 40% de los cuentos ya los había leído (y pagado) en libros anteriores. Fíjate si no tiene excusa lo tuyo, que los das de gratis y por puro vicio.
  4. Además, debes considerar que sólo los lectores fieles se darán cuenta de la repetición. Pero los lectores fieles (si tienes la suerte de dar con alguno) nunca ascienden a mucho más del 2% del total. Según las estadísticas,, los que entran nuevos no se paran más allá de tres minutos y leen la entrada del día y, como máximo, echan un ojo a las dos entradas anteriores. Si a ello añades que, incluso, una parte de estos fieles lo son temporalmente y, con el tiempo, pierden la ilusión y comienzas a aburrirles, te dará cuenta de que, al final, todos son nuevos. Y si, después de todo ello, aún te queda un lector fiel, lo hará por puro afecto. No te importe, entonces, repetirte, porque ¿cuántas veces nos escuchan los amigos contar el mismo chiste?. Por cierto, te he contado alguna vez el chiste de la marquesa?"

Hoy mismo le he contestado diciéndole que no, por darle ocasión a contármelo una vez más.

Y ya van 37.


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