
Fueron quince días con sus noches los que madre se pasó acurrucada en el cantil, escrutando la mar embravecida que se tragó, en una tarde de galerna, a "La Galana II" con todos sus tripulantes, por dar sepultura a padre en tierra firme para que, al menos, su espíritu pudiera descansar como Dios manda de sus cincuenta años de faena y mal vivir.
Fueron quince días, con sus noches, con los ojos enrojecidos por el pasmo.
Y esperó inútilmente.
Cuando los hubo cumplido, como un rito, nos cogió de la mano, mandó decir una misa, tapió las ventanas que daban al cantil y jamás volvió a mirar al mar.
Nunca más.
Nunca más.
Nunca más,hasta su muerte.
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