domingo, 2 de diciembre de 2007

Vuelta a Itaca

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Cuando Ulises, “el errante”, volvió, Itaca ya no era como entonces. El camino hasta su casa ya ni siquiera conservaba las hileras de magnolios que le daban aquella sombra profunda y perfumada.

Nadie esperaba su llegada. La casa estaba cerrada, al parecer, desde hacía casi un año. Silbó llamando al perro y fue inútil: nadie vino a lamerle las sandalias. Preguntó a los vecinos y allí se enteró de todo, a bocajarro: que Penélope se había ido a vivir, una semana después de su partida, con un joven fornido y pelirrojo, campeón del tiro al blanco en la última Olimpiada y que había puesto una tienda de tejidos en la Plaza del Mercado.

Ya sé que habrán oído que la historia acabó de otra manera. No se fíen. A los griegos les gustaba el “happy end” incluso en las tragedias.


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