Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
sábado, 24 de noviembre de 2007
Gato por liebre
El gato con botas se conformó, al principio, con el puesto de Administrador General del Marqués de Carabás. Pero, con el tiempo, comenzó a decir que si no se le tenía suficientemente en cuenta; que si aquella casa iba como iba porque nadie le hacía el más mínimo caso; que desde que la princesa había tomado las riendas, esto parecía un molino sin corneta; que si no se le consideraba en lo que valía; que ya se estaba cansando y que sólo pedía que no le obligaran a hablar, porque si él hablara...
Con todo aquello, al marqués no le quedó otra salida. Tuvo que hacerlo: mandó que se lo presentaran para la cena bien asado al coñac, con puré de manzanas y castañas.
Su suegro, el rey, que era gran aficionado a los platos de caza y que se preciaba de que a él, en la mesa, nadie le daba gato por liebre, al final de la cena mandó felicitar a la cocinera por su exquisita receta de liebre a la cazadora.
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