sábado, 8 de abril de 2017

Hortus Sanitatis




La virtud del Abrótano.

El heredero del Conde del Rebollar, huérfano desde la cuna, fue criado por las monjas entre mimos y melindres.

Cosa que tal vez contribuyó a su natural afeminado.

Y, cuando le llegó la hora de tomar estado, le dieron en matrimonio a la lozana segundona del Marqués de Pobladura.

De nada sirvió la bendición del tálamo, ni el vino caliente con ralladura del unicornio, ni la infusión del abrótano tomada mientras yacía.

Nada de todo ello fue capaz de poner a punto el mermado poder venéreo que, para el caso, parecía necesario.

Solo las caricias sinceras y aun torpes del doncel consiguieron el milagro tan larga e inútilmente esperado y el muchacho, en sus brazos, se hizo hombre en alguna de aquellas tardes, con la excusa de la caza del venado y a la sombra dorada de los robles.

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