Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
domingo, 13 de noviembre de 2016
Hortus Sanitatis
La eficaz virtud del puerro
Leovigildo Pérez de Rivera, Alférez Mayor de las huestes de don Pedro de Guzmán, no conseguía tener descendencia, sin que llegaran a saberse claramente los motivos.
Que era difícil saber si el desajuste era efecto de aquella lanzada bajera sufrida en la guerra con los moros y que le dejó el miembro manso y remolón o que su esposa, doña Blanca, veíase afectada de la dolencia de vientre frío y seco.
Consultado Fray Ginés, el herbolario de Escalada, dictaminó que convenía a doña Blanca una dieta rigurosa y exclusiva de puerros de Sahagún, pacientemente mascados, que era remedio seguro y acreditado, según el Macer Floridus, para lograr la fecundidad de las doncellas.
Y, a todas luces, fue eficaz lo allí dispuesto.
Que, desde entonces, corretean por la casa dos niños y dos niñas sonrosados, rubios y despiertos, vivos retratos del mismísimo jefe de la guardia, vecino bondadoso y bien dispuesto.
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