domingo, 16 de noviembre de 2014

La vida en corro

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(Texto preparado y leído para la presentación del libro en el Ayuntamiento de Valdefresno) 


Me han pedido que hable en representación de los autores de este libro.  Y no quiero.  Que no me gusta hablar ni siquiera en nombre mío.  Y lo explico.  Ya verán.

Que en el mundo, según creo, hay dos razas de hombres que lo pueblan:

              Los que vivimos en corro
              y los que marchan en fila, enfilados, desfilando.

A los autores de este libro, contadores de historias, en recuerdo tal vez que aquellas escuchadas alrededor de las camillas en las noches de brasero en las cocinas, nos une, más que nada, el afán de formar corros.

Que hubo un tiempo en en que lo más importante de la vida de los pueblos ocurría en campo abierto, en la pradera, mirándose a la cara, en la redondez absoluta de los corros.

Allí nadie representaba a nadie.  Cada uno a sí mismo.  Y juntos, la voluntad indiscutible para todos.

Hasta los dioses, cuando querían hablar con los humanos, tenían que bajar a la pradera y allí eran reconocidos como uno de los nuestros, miembros también ellos del corro de la aldea.  Y el árbol o la ermita en mitad de la pradera era señal de su presencia pueblerina.
Y cuando se quería mantener el honor frente a otros pueblos, alguien del corro, en nombre de todos los demás, defendía con maña (y no con violencia) el nombre del pueblo, la montaña o la ribera.

Pero luego el poder se hizo forastero.  Los que mandaban parecían hacerlo en nombre de un ausente que decía actuar en nuestro bien y en nuestro nombre.
Hasta lo brujos parecían hablar también en nombre de dioses siempre ausentes.

Y el corro se rompió.

Y los hombres comenzaron a hacer fila, a ponerse a la cola en espera de favores a cambio de obediencia.

Y las leyes venían desde fuera.  Y tenían vigilantes que decían cumplir órdenes "de arriba", de alguien innombrado y escondido.

Y los dioses habitaron la fría soledad de las altas catedrales, en rival desfachatez con los palacios.

Y cada uno fue a lo suyo y puso en la pelea interés personal y violencia.

Y así ha ido el mundo, si me obligan.

Pero los autores de este libro nos hemos unido convocados por la llamada de otro tiempo para contar historias que ocurrían en los corros.

Peron nno por lamernos la nostalgia de otros tiempos, sino, tal vez, para proclamar nuestra fe y nuestra esperanza en un mundo futuro que recupere el ritual emblemático del corro.

Y aquí estamos, una vez más, todos juntos en el corro.

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2 comentarios:

emejota dijo...

Un placer de lectura

David Díez Llamas dijo...

Que volvamos al corro y a los corros en los que yo veo también una referencia de la personalidad leonesa.