jueves, 16 de octubre de 2014

Microhomilía





En las mañanas de invierno de niebla y frío, cuando los turistas se acercaban a la plaza de la inmensa catedral, cruzando el arco de Santa María, no se sorprendían tanto por la contemplación del portento de piedra embelesada como por la inesperada arremetida del canónigo Bonilla que, enardecido, sin duda, por la paz interior que le daba el rezo de Laudes y la misa y dispuesto a la cruzada cotidiana, les increpaba apuntándoles con el dedo doctrinal:

-¡Menos cultura y más agricultura!

Y se alejaba el Bonilla, sonriente y satisfecho sin que quedara claro (y ni falta que le hacía) cuál era la intención de tal acometida.

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