Supe que había llegado al final, que no había ninguna solución a los males que me aquejaban cuando el médico al que había acudido me aconsejó que pidiera consulta con el superespecialista mundial en cosas como la mía: el Dr. Belinchón.
Aquello que, en cualquier otra ocasión, hubiera sido una puerta a la esperanza, me llegó como un mazazo, como una especie de condena inapelable: el Dr. Belinchón era yo.
.
.
1 comentario:
Otra joya! Nos sucede que por alguna razón pensamos que los médicos nunca se enferman.Quizá por eso mismo,cuando conocimos a nuestro nuevo clínico,que caminaba con enormes dificultades,al momento nos olvidamos cual era el motivo que nos había traído a la consulta.
Tiempo después, una de las enfermeras de la Clínica nos dijo que enviaban a la consulta de ese médico a esas personas que aún no sabían cuán sanas eran!
Cordiales saludos.
Publicar un comentario