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Cuando Baudilio se enteró de que la solución a la injusticia, la explotación y el hambre consistía en comer insectos (los explotados y los hambrientos, por supuesto) pensó que este mundo de mierda había alcanzado las más altas cumbres de la inmoralidad.
Después, cuando se lió a destrozar como loco las fachadas luminosas del poder, alguien, piadosamente, dijo que el pobre hombre, seguramente, había perdido el juicio.
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