El viejo profesor,después de cuarenta años de servicio en aquel instituto femenino, tres desengaños amorosos y un matrimonio en el que hacía algún decenio que se habían agotado (por cansancio) los reproches, las pasiones y el deseo, explicaba su programa con la suave languidez del desengaño, como el rezo vespertino del rosario, pero no soportaba ni un rumor, ni un cuchicheo y le gustaba amonestara las rebeldes:
-Señoritas, no les pido amor, pero, al menos, un poco de atención al acto.
.
1 comentario:
Esta entrada me ha hecho recordar lo que habría dicho el profesor Joseph Campell, no se, no tengo claro que hubiera pronunciado esas palabras, pero la descripción de su profesión está clavadita. Bs.
Publicar un comentario