Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
sábado, 16 de febrero de 2013
El académico
Es lo que tiene la vanidad, la puta vanidad, que ya te digo. No sé de qué te puede servir alardear si, con frecuencia, la gente no aprecia como debe aquellas cosas de las que te sueles sentir tan orgulloso y que, para conseguirlas, has ido amontonado los muertos por el camino.
A veces me malicio que Camilo José Cela, con ser Camilo José Cela, debió de pasar por uno de esos momentos de embarazo un día en que, casualmente, se había ido de putas con unos amigos.
Y metidos en tal trance, ocurrió que la maestra del oficio, por entrar en conversación y no ir directa al “pim, pam, pum”, le preguntó a Don Camilo:
-Y tú ¿a qué te dedicas, chato?
-Soy Académico de la Lengua.
-¡Anda, quita p’allá, cacho guarro!
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