jueves, 20 de diciembre de 2012

Vestido con plumas ajenas




Cuento de Navidad

José María Merino


En el cielo del amanecer brillaba con fuerza aquel insólito lucero que la gente común contemplaba con asombro, pero el capitán sabía que era uno de los satélites de comunicaciones que permitirían a su ejército mantener la supremacía en aquella guerra interminable.

-Mi capitán –transmitió el cabo-. Aquí sólo hay varios civiles refugiaos, unos pastores que han perdido el rebaño por el impacto de un obús y una mujer a punto de dar a luz.

El capitán, desde la torreta del carro, observaba el establo con los prismáticos.

-Registradlo todo con cuidado.

-Mi capitán –transmitió otra vez el cabo-, también hay un perturbado, vestido con una túnica blanca, que dice que va a nacer un salvador y otras cosas raras.

-A ese me lo traéis bien sujeto.

-Mi capitán –añadió el cabo, con la voz alterada-, la mujer se ha puesto de parto.

-Bienvenido al infierno –murmuró el capitán, con lástima.

A la luz del alba, aparecieron en la loma cercana las figuras de tres camellos cargados de bultos y el capitán los observaba acercarse, indeciso.

-Abrid fuego –ordenó al fin-. No quiero sorpresas.

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2 comentarios:

Ernesto Rodera dijo...

El relato (seré misericordioso) me da igual, Paco; pero hoy 23 de diciembre quiero felicitarte tu cumpleaños, que convierte las entrañables (de vísceras o lechecillas) en fechas casi normales.

Francisco Flecha dijo...

Gracias,Ernesto. No hemos tenido suerte ni en lo del fin del mundo. Aunque los mayas acertaron en la parte que les toca. Un abrazo