domingo, 28 de octubre de 2012

Querido público, amables oyentes


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Don Jeremías Busmayor, entusiasta estudioso de la historia local, era un conferenciante de mucho ringorrango al que le gustaba comportarse en sus numerosas conferencias con la solemnidad y el buen tono de quien se dirige a públicos inmensos, a enormes multitudes, por escasa que fuese la audiencia

- Es que hablo para la historia . Sentenciaba.

Pero aquel día, cuando al comienzo de su charla, "Marcas de oficio en la platería maragata del siglo XVII", se dirigió al único asistente, que esperaba, resignado, como un náufrago, en la fila 17 del salón de actos del Recreo Industrial, Sociedad Cultural y Deportiva, con la grandiosidad que acostumbraba ("Estimado público, señoras y señores...), Antolín, el relojero le interrumpió sorprendido y educado, como quien se resiste a creerse destinatario se semejantes tratamientos:

-Perdón, don Jeremías, ¿Se refiere usted a mí, por un acaso?

Don Jeremías recibió la pregunta como un enorme mazazo que le trajera de golpe a la  ingrata realidad y, a partir de ese momento, no fue capaz de dar pie con bola en la hora y media que duró su "breve intervención".


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un placer haber encontrado este rincón estupendo de relatos entrañables y llenos de sabiduria.

Marce dijo...

Gracias a Alma de Adra conocí este encantador sitio. Un placer leerte. Saludos