Qué suerte, Santa Lucía,
que no ves lo que nos pasa
ni al paisano de la esquina
ni al Presidente de Bankia,
y hay que ver cuánto rechina
que los que guardan la pasta
nos hayan dejado en crica
sin que ellos paguen por nada,
que gracias a que los santos
de la corte celestial
(y otros que no son tan santos,
pero cobran por mandar)
no ven un burro a tres pasos
o van a cuarto y mitad
nos han dejado silbando
y en cueros en el maizal
Mi esposo José Juan era sonámbulo y como dormía desnudo así se salía a bailar por los maizales. Yo sufría por temor a que le pasara algo o que se fuera así encuerado hasta el pueblo y alguien lo viera. Hasta para rezar sentía yo vergüenza con los santos por su desnudez y por eso le pedí ayuda a Santa Lucía que no tiene ojos y así no podía ver a mi esposo y me hizo el milagro y José Juan ya no se levanta por las noches y yo duermo tranquila.
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