miércoles, 18 de abril de 2012

Vestido con plumas ajenas



                The End
               Antonio Pereira


Al saberse que iban a derribar el cine municipal los teléfonos empezaron a funcionar y fuimos bastantes los que viajamos a nuestra ciudad para decir adiós al caserón donde habíamos aprendido tantos gestos. 

Había que adelantarse a la piqueta desalmada. Cada cual quería quedarse con un recuerdo, los viejos carteles de un transatlántico con las luces encendidas o de apariciones de la Virgen o de los besos de tornillo de una espía rusa. 
  
Al final, decidieron que habría una voladura controlada. Sería la última película que nos diesen. 

Pero el espectáculo fue que al estampido de la dinamita se espantaron los caballos de la Remonta y rompieron vallas y galoparon las calles, y todos caímos en la cuenta de que no hubiera podido existir el arte del cine si no se hubieran inventado los caballos.   

3 comentarios:

Mauro Navarro Ginés dijo...

Me has traido al recuerdo, amigo Flecha, aquella canción de Serrat que tenía por nombre Los Fantasmas del Roxy. Aunque solo te comente de vez en cuando, te sigo con interes. Un cordial saludo.

Francisco Flecha dijo...

Muchas gracias, Mauro. Un abrazo

Francisco Flecha dijo...

Muchas gracias, Mauro. Un abrazo