martes, 11 de enero de 2011

Ernesto Pérez Valladares, escritor inédito

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Recibo una carta de Ernesto Pérez Valladares, personaje protagonista del cuento de la entrada anterior, "escritor inédito, traducido al estonio", en la que se hacen algunas precisiones con respecto al argumento, desarrollo y desenlace del mismo.

Se reproduce aquí integramente la carta recibida en reconocimiento y respecto al Derecho de Réplica.



Muy Sr. mio:

Reconociendo el privilegio que, desde antiguo, les asiste a ustedes los cuentistas de fabular a su albedrío, haciendo que las cosas aparezcan sucedidas como les place decir que han sucedido, pero sin renunciar al derecho que, según creo, nos asiste, igualmente, a los personajes que salimos en sus cuentos, me dirijo a usted humildemente para, en lo que a mi respecta, poner las cosas en su sitio.

Dice usted en su cuento "escritor inédito, traduicido al estonio" que un servidor, Ernesto Pérez Valladares, después de muchos años de trajín y sinsabores, consiguió ver sus cuentos publicados en estonio.

Ya sé que, dicho así, suena ocurrente y parece  la mejor manera de enratar un cuento con sobrado fundamento, pero pues que me saca con nombre y apellidos, por no confundir al respetable, debo decirle que mantenga usted el cuento, si tal es su deseo, pero que cambie los nombres y apellidos porque lo mio, aunque parecido en los inicios, tiene un final bien distinto.

Es cierto que un servidor, Ernesto Pérez Valladares, dedicó parte de los años de su mocedad a recorrer los pueblos de este reino que usted dice, compaginando el oficio de afilador y hojalatero con la afición a contar aleluyas, chascarrillos y romances en los filandones del invierno por agradecer el cobijo que le daban en tenadas y paneras.

Así hasta que sentó la cabeza o se la hizo sentar Edelmira, la pequeña de Efraín el molinero de Santioste, donde vive desde entonces.

Y en este ir pasando por la vida llegó, en una ocasión, hace ahora siete años, a pedáneo del dicho pueblo de Santioste.

Es cierto que estando en el ejercicio de su cargo, se le presentó alguien (cuyo nombre me reservo por no meterme en lios), con un puesto de postín en la capital de la provincia, interesado en comprar la era del pueblo para hacerse una "segunda residencia" (cosa que aquí llamábamos "chalés").

Y, como quien no quiere la cosa, como simplemente por dar un poco de palique, le preguntó a quien suscribe por aquello de los cuentos y se empeñó en que le diera una copia que el haría llegar a una editorial de alto copete en un país extranjero, propiedad de un amigo (por no decir casi un hermano) que  quería  publicar lo mejor de lo mejor de escritores de prestigio.  Como éste podría ser, precisamente, el caso.  Que no es por halagar. Que yo sé que lo suyo es oro puro.  Lo mejor de las raíces de esta tierra.

Y lógicamente (que quede bien claro don Ernesto)  esto no tiene nada que ver con los negocios que nos traemos entre manos.

Lo de la era, no llegamos a venderla, que el pueblo no quería vender el mejor sitio que teníamos para jugar a los bolos, los aluches o la verbena de las fiestas.

Y lo del libro (que, como bien decía el forastero, no tenía nada que ver con todo ello) fue retrasándose por la cosa de los trámites (que siempre son muy lentos allá en el extranjero).

El domingo pasado vi al forastero en la cantina, hablando muy enfrascado con el nuevo pedáneo de mi pueblo y, así como de paso,me dio las últimas noticias:

- "Oye, que del libro no hay nada.  Que hasta allí llega esta crisis del diablo".

Así están las cosas, ya le digo.

Un saludo afectuoso

Ernesto Pérez Valladares
Escritor inédito, todavía.


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1 comentario:

alma dijo...

Más vale nunca que estonio a según que precio, Francisco :D


Me encantó