El viejo profesor,después de cuarenta años de servicio en aquel instituto femenino, tres desengaños amorosos y un matrimonio en el que hacía algún decenio que se habían agotado (por cansancio) los reproches, las pasiones y el deseo, explicaba su programa con la suave languidez del desengaño, como el rezo vespertino del rosario, pero no soportaba ni un rumor, ni un cuchicheo y le gustaba amonestara las rebeldes:
-Señoritas, no les pido amor, pero, al menos, un poco de atención al acto.
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8 comentarios:
ja, ja , ja; qué bueno!
Gracias, amigo Chao. Siento las cosas que se están diciendo estos días. Todo parece que provienen de algún tipo de "pedia".
Saludos
Tocayo Francisco, tu micro cuento me gustó mucho. Estupenda descripción del viejo y final contundente.
Cordial saludo,
Kapizan
Muchas gracias, amigo Francisco por la visita y el comentario.
Saludos, Kapi.
Lo triste es que te soliciten unos mínimos, la frase desde la experiencia y la dignidad del viejo: es ¡genial!.
Saludos.
Cuando se llega a viejo es dificil pedir mucho más.
Saludos
Tu relato me ha recordado un dicho de mi padre referido a una pareja con un bebe y en la que a ella le faltaba un ojo.
"a lo que estamos tuerta que el niño llora" le decia el durante el acto.
Un saludo.
P.D.: Creo que nos cruzamos esta tarde en la C/ Renueva, me quedé con ganas de saludaros.
Amigo Moncho. Siento mucho que no te hayas decidido a saludarnos, porque siempre es más agradable la relación personal que esta otra tecleada de cara a la pared
Un saludo
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