Con permiso de Favelis
Aquella tarde, en la barraca de los espejos de la feria logró, al fin, ver la imagen verdadera de aquello en lo que se había convertido, a golpes de vivir aquella vida. Apenas lo pudo soportar. Salió corriendo a refugiarse en la confortable mentira cotidiana que le devolvía el espejo de su baño, al afeitarse.
4 comentarios:
Paco, anhorabuena, me encantan tus relatos.
saludos miguel ángel
Gracias, Miguel Angel, amigo y compañero (Cada día queda menos gente a la que pueda decírsele tanto una cosa como la otra)
No sabía que andabas por estos lares.
He visitado tu blog y me lo apunto
Salud y saludos
Paco: Ahora se por qué no me afeito.
Anónimo querido: como sabes, yo tampoco me afeito. Antes lo hacía con los ojos cerrados y siempre me cortaba la nariz
Saludos
Publicar un comentario