sábado, 17 de enero de 2009

Educando a Tarzán (17)

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El domingo por la tarde cesaba por completo el estridente ajetreo de la selva: los cillidos nerviosos de los monos, el gorjeo incesante de los pájaros, el grave barritar del elefante...

Todo paraba de repente y las horas de la siesta transcurrían lentamente, con la modorra de las largas digestiones.

Chita aprovechaba estos momentos de sosiego para escuchar en la radio las noticias de las cuatro.

Hoy comentaban todo el rato que, por fin, un negro llegaría a la Casa Blanca (¡Ay, Jesús, también qué coincidencia!). Cosa histórica. Y alababan el hecho de que, por fin, había llegado a cumplirse el sueño americano: "You can. Cualquiera puede, con un mínimo de esfuerzo e inteligencia, alcanzar la dorada cumbre de la fama, la gloria o la riqueza"

Chita, pensativa, aprovechó, una vez más, la ocasión para advertir a su pupilo:

-No sé si con esto hemos salido ganando, porque, a partir de ahora, Tarzán, hijo, si fracasas y no llegas a nada en esta vida, cargarás tú sólo con toda la culpa del fracaso. Serás el único responsable. Te habrá faltado, por lo visto, "un mínimo de esfuerzo e inteligencia".

¡Te lo mereces, you, silly cow!


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