Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
martes, 16 de octubre de 2007
Casi un sueño
Él tomó el tren en Oviedo con destino a Madrid. Ella se subió en León y ocupó el asiento de enfrente. Era joven y rubia. Parecía cansada. Se acurrucó con la sabiduría de una gata casera, subiéndose en cuello del chaquetón para sentirse arropada. Él la miraba dormir imaginando su nombre, sus gustos, los motivos de su viaje. Fantaseando que era él quien la esperaba en la estación de destino y que ella, confiada y risueña, se arrojaba en sus brazos. Tomarían un café en el bar de la Plaza de Oriente y después, tal vez la llevara hasta casa paseando despacio, besándola cada vez que, mimosa, le acercara la cara.
Por eso, cuando la vio desperezarse despacio y apearse al llegar a Medina del Campo, sintió, de repente, el dolor de quien rompe, de golpe, un largo noviazgo, media vida de amor y promesas que se van para siempre