jueves, 29 de diciembre de 2016

Hortus Sanitatis






La virtud curativa de los bueyes.

Cuando el Padre Aramburu de Lizarra, misionero comboniano con destino en el Japón, optó por organizar en el salón de actos de su parroquia de Takasaki, todos los jueves por la tarde, un curso de Terapias Naturales, como medio de atraer a una feligresía arisca y desconfiada, y les contó que, como está escrito en los viejos manuales, "la carne de buey cocida sirve como emplasto para curar la mordedura de hombre", la audiencia japonesa, poniendo (con esfuerzo, bien se sabe) los ojos redondos como platos, decidieron enviar misioneros a estas tierras para amansar a esta raza salvaje de humanos mordedores.

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