El árbol central del jardín de Paraíso no era un manzano.
Los árboles de fruta (las higueras y el manzano) las puso el dios arquitecto de las cosas para alimento de los hombres y las bestias que había ido creando.
El árbol que el dios de las tierras y los mares
plantó en medio del jardín, el que igualaba a los hombres con los dioses y
que, al mismo tiempo, era capaz de hacer descubrir su desnudez a los humanos
tuvo que ser, sin duda alguna, el que se llama, desde antiguo, el “árbol de la
palabra”.
Al pie de aquel árbol frondoso y gigantesco,
roto por fin el silencio, el más torpe de los monos comenzó a crear, como los
dioses, este complejo universo de símbolos e historias.
Con solo su palabra.
1 comentario:
Ya veo que tenemos en común el profundo amor a la Naturaleza. Hace unos pocos dias estuve contemplando un ejemplar, hermano del que ilustra este bello post, y mis pensamientos coincidían casi con los suyos. Si no estoy equivocada este es un árbol que vive en Africa. Con solo contemplar sus ramas, que son verdaderos brazos, realmente uno lo vé más humano que muchos de nosotros. Cordiales saludos.
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