¡Qué vida, si vas a ver,
la de los pobres marcianos
que recorren las galaxias,
día y noche sin descanso,
solo por poder llegar
a las cocinas de humanos
y, sin que nadie les vea,
cenar y echar unos tragos!
Que se me ocurre pensar
si no tendrán, desgraciados,
una cantina o un bar
que les pille más a mano.
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