lunes, 3 de noviembre de 2014

Derechos adquiridos




Ni siquiera la comodidad de aquel hermoso piso en la planta alta de la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, espléndidamente decorado con muebles, cuadros y tapices del Patrimonio Nacional  conseguían aliviarle la negra pena por la pérdida de su marido, tantos años Secretario de aquella noble institución.

Pero cuando, pasados cuatro meses, el Director de la Academia vino a decirle que, sintiéndolo mucho, tendría que dejar la residencia al nuevo Secretario, sucesor de su marido, ella, tan digna como siempre y sin perder la compostura, después de un sorbito a su copa de mistela, respondió con un tono levemente ofendido:

-Ay, no,no, Don Julián.  Usted sabe, igual que yo, que mi marido fue nombrado Secretario Perpetuo en atención a su mérito y valía.

Ciertamente, como podrá comprenderse, la muerte es una minucia despreciable para quien, ya en vida, atravesó los umbrales gloriosos de la perpetuidad.

Y con cosas como éstas, según dicen, aprendió aquel generalín de cuando entonces que lo importante no es llegar sino mantenerse a perpetuidad.

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