A veces vuela el milano
en las tardes de bochorno
y se espera que estalle la tormenta.
Aunque sólo sea por sentir
que el cielo
todavía se acuerda de estas tierras
abrasadas por el Sol
y por la historia.
Y cuando el primer trueno
baja rodando como un canto
los cuestos de Taldabura
se repueban los portales
de historias que pasaron
(o que podrían, tal vez, haber pasado)
en estos pueblos de La Nava
o en la ciudad
que duerme al fondo,
acurrucada entre aquello que queda
de dos ríos,
y que vista desde el cueto
parece también
insensible
a lo que pasa.
.
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