Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
miércoles, 2 de julio de 2014
Como un hombre
Estaba continuamente preocupada. Se le notaba a la legua que era madre primeriza por la angustia que ponía en cada gesto:
-¡Ay, por Dios, que el niño llora!; ¡Ay, por Dios, que no se duerme!; ¡Ay, por Dios, que no me mira!"
O sea, todo el día en una continua cantinela de "ay, por Dios".
Cuando vió que el niño no engordaba, la cantinela se volvió un sin vivir.
Bajó a la capital y cuando el médico le preguntó qué tal mamaba y si cogía bien el pecho, contestó sin pensarlo ni un momento:
-"Si, señor, si; como un hombre".
Y es que, en realidad, hay cosas en las que, al parecer, los hombres son maestros.
.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario