AURELIANO
Beatriz Basenjí
(Homenaje a Gabriel García Márquez)
“Venía
de paso y le vengo a ofrecer cortar la maleza “ . A la
viuda se le iluminaron los ojos, y le franqueó la entrada.
Después de casi una hora de rugir el motor de la bordeadora,
la maleza había caído bajo la cuchilla y el terreno había
recobrado parte de su antigua belleza.
Aureliano
lió sus petates, se despidió como era su costumbre cuadrándose y
haciendo una venia militar, y se fue raudamente con su viejo New
Ford Victoria 1933 por la calle inundada del sol del mediodía.
Madre
e hija tomaron las viejas escobas y barrieron el patio y los
senderos que llevaban casi hasta el final del predio. Volvieron a
recuperar los plantines de orégano, la timidez de la menta, las
flores en racimo del níspero.
Hasta
el colibrí se hizo ver semi suspendido junto a una flor de
hibisco.
Los
perros husmeaban la hierba. Copiaban los unos a los otros la
inspección del lugar. Años que ningún emplumado imponía sus
cantos matinales a la vecindad. Eran ausencias que la viuda
atesoraba en algún lugar ya lejano de su propia infancia al igual
que los aromas de los jardines de su madre, que seguían allí con
sus múltiples lazos jugando con las penumbras del follaje.
Cuando
se decidieron a consumir el almuerzo, miraron por la vieja
pantalla de un televisor las noticias.
García
Marquez había exhalado su último aliento.
“Por
algo el mismo Aureliano nos ha venido a derrotar la maleza!” -
pensó la niña - “ Para que García Márquez se fuera
tranquilo de sus tierras.”
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