martes, 29 de abril de 2014

Vestido con plumas ajenas







 AURELIANO
Beatriz Basenjí

(Homenaje a Gabriel García Márquez) 
 
 Justo en la media mañana del Jueves Santo, Aureliano estaba tocando el timbre en la puerta de la viuda, y en cuantito se asomó la niña le dijo apurado: “Llámeme a su Mamá “ , y la niña le cumplió la orden.


Venía de paso y le vengo a ofrecer cortar la maleza “ . A la viuda se le iluminaron los ojos, y le franqueó la entrada. Después de casi una hora de rugir el motor de la bordeadora, la maleza había caído bajo la cuchilla y el terreno había recobrado parte de su antigua belleza.

Aureliano lió sus petates, se despidió como era su costumbre cuadrándose y haciendo una venia militar, y se fue raudamente con su viejo New Ford Victoria 1933 por la calle inundada del sol del mediodía.

Madre e hija tomaron las viejas escobas y barrieron el patio y los senderos que llevaban casi hasta el final del predio. Volvieron a recuperar los plantines de orégano, la timidez de la menta, las flores en racimo del níspero.
Hasta el colibrí se hizo ver semi suspendido junto a una flor de hibisco.

Los perros husmeaban la hierba. Copiaban los unos a los otros la inspección del lugar. Años que ningún emplumado imponía sus cantos matinales a la vecindad. Eran ausencias que la viuda atesoraba en algún lugar ya lejano de su propia infancia al igual que los aromas de los jardines de su madre, que seguían allí con sus múltiples lazos jugando con las penumbras del follaje.

Cuando se decidieron a consumir el almuerzo, miraron por la vieja pantalla de un televisor las noticias.
García Marquez había exhalado su último aliento.

Por algo el mismo Aureliano nos ha venido a derrotar la maleza!” - pensó la niña - “ Para que García Márquez se fuera tranquilo de sus tierras.” 

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