lunes, 3 de junio de 2013

Investigaciones cervantinas


Con permiso de Favelis


Resulta ya totalmente esclarecido, al parecer, según los últimos estudios eruditos de Fray Avelino Pérez de Villapadierna, Benedictino de la Abadía del Valle de los Caídos y especialista en casi todo, que lo que Miguel de Cervantes (conocido en Alcalá como "el manquín") encontró, no fueron los papeles del moro Cide Hamete, sino el expediente que su sobrina y el ama (por quedarse con la herencia) mandaron redactar al cura y al bachiler para que ingresaran por loco a un tal Alonso de Quijada, su tío y señor, en la Casa de Misericordía que, para enfermos de la Tisis, huérfanos y locos, existía en la apartada población de Ciempozuelos y en el que se presentaba, como argumento probatorio del trastorno, que el referido Don Alonso gustaba de salir, armado o en camisa, por los campos de Criptana, atacando a molinos y rebaños, aquejado de subitánea calentura y desvaríos y maliciado, tal vez, por su vecino, Sancho Panza, "que tal baila".

En fin, miserias pueblerinas por cuestiones de una herencia. Cosa ya más que explotada, pero que, bien aprovechada, daría materia para un microrrelato que, en alguna ocasión, podría sacar al autor de un compromiso.

Pero entonces, como ahora, nadie publicaba veinte líneas. Así que, como dice Favelis, la necesidad de alargar la cosa por ir cobrando y el interés del editor por fijar la clientela, hicieron que la historia llegara a 126 entregas, como si esa fuera la intención primera.

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