domingo, 7 de abril de 2013

La cita

Imagen: Alejandro Conde


Sabía pocas cosas de ella, la verdad: que vendría con un traje de chaqueta rojo y un sombrero a juego; que acababa de salir (como él mismo) de una relación tormentosa en la que el marido la despreciaba y con el que había llegado a la terrible conclusión de que no tenían (tal vez, jamás habían tenido) nada en común, un ser despreciable, que jamás había tenido con ella el más mínimo gesto de ternura.  Era una historia gemela a la que él mismo había sufrido en silencio tantos años.

Pero todo esto era el pasado, una pesadilla que el tiempo haría olvidar, seguramente.

Ahora, con ella, todo podía comenzar a ser distinto.  Almas gemelas, lo que se dice almas gemelas.  Los mismos gustos, los mismos sentimientos, sueños y deseos. Noches enteras de confidencias y secretos en el chat.

Por eso, cuando  la vio aparecer con aquel sombrero que él mismo le trajo de París y que se negó a estrenar porque, según dijo, le hacía parecer una fulana, disimuló como pudo y se perdió, resoplando, entre la gente que cruzaba con prisa el paso de cebra de  Piazza Bologna.

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1 comentario:

Beatriz Basenji dijo...

Sospecho que a mas de uno le ha sucedido lo que al protagonista del cuento.Cordiales saludos.