Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
domingo, 3 de marzo de 2013
El Modoso, el tren de la Hullera y Gamoneda
A Angelín le quedó para siempre el mote de "el modoso" como recuerdo de aquellos años, cuando mozo, de correrla por las fiestas de los pueblos del Torío.
La cosa es que Fermín, el Paradilla, había hecho de aquello una sesuda teoría.
-Mira, Gelín, a las fiestas de los pueblos, si quieres sacar algo de provecho, conviene ir siempre por parejas y con los papeles repartidos de antemano: que uno tiene que ir de lanzado y el otro de modoso.
Ángel, ya te digo, se pidió lo de modoso y así fueron trasteando las verbenas del verano en Garrafe, Pardavé, Pedrún o Matallana.
Pero algo debió fallar en la sesuda teoría, pues que lo mejor de la jormnada era la vuelta, adormilados, en aquel tren de la hullera que vibraba los domingos repleto del gentío que volvía de combatir los calores del verano a la orilla fresca de los ríos.
Tren de excursiones de domingo, tanto o más que de mineros derrotados, taciturnos o vencidos como quiere el poeta Gamoneda en las losas de la acera que han grabado con sus versos.
Que ya lo dicen los paisanos: "¡A este poeta, qué bien le ha venido, para la cosa del verso, este tren de nuestro pueblo!"
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