sábado, 26 de enero de 2013

La controversia


(en memoria de Don Urbano González Santos, añorado amigo, que me encargó escribir esta historia)

Hay quien defiende, convencido, que a la República la perdió aquel espíritu doctrinal y pedagógico con el que pretendía convertir a las masas de obreros y campesinos en ciudadanos libres e ilustrados.

Era (o, al menos, así se pretendía) una educación desde arriba, filantrópica y paternal, herederos como eran de los antiguos patronos de aquellos Amigos del País.

- Pues ¿Cómo quería usted que fuera, don Gaspar?
- ¡Yo qué sé, joven, yo qué sé!  Que el cuentista sólo cuenta, no levanta teorías.  Así que escuche, si quiere, y no interrumpa.

Pues decía, señores, que, por entonces, todo era educación y Misiones Pedagógicas.  La educación era el árnica para todas las dolencias.

Para educar eran las fiestas, los teatros, las tertulias, las escuelas, las sesiones del Senado, las campañas políticas, los pasquines y los mítines.

Esta nueva cruzada educativa debería terminar con los discursos engolados y cerrados, con los largos parlamentos, con las verdades redondas como cantos.

Los nuevos tiempos exigían unas nuevas herramientas: había que dar paso a los debates, la crítica, la participación, la controversia...

Fiel a este espíritu educativo y dialogante, vino a la capital el ilustre maragato, catedrático de la Universidad de Salamanca, Director del Banco Exterior de España y represemntante de Acción Republicana en las Cortes Constituyentes, para intervenir, en el marco del Teatro Principal, en una concentración de Maquinistas.

Apenas había terminado de hacer las salutaciones de rigor, cuando se oyó desde el fondo de la sala:

- Pero, bueno ¿hay controversia?
- Tranquilo, compañero, que tiempo habrá, como es costumbre, para expresar inquietudes y propuestas.

Recompuso la postura el ilustre interviniente y se dispuso a convocar al auditorio a la tarea histórica e ilusionante de asumir, por vez primera, el auténtico protagonismo en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

- Sí, pero yo lo que digo es que si va a haber controversia.
- Agradezco el entusiasmo, compañero, pero te ruego que me dejes decir dos cosas más para centrar el debate y las propuestas.

Desconcertado y nervioso, terminó, como pudo, el parlamento.

- Ahora, sí, compañero.  Este es tu turno.  Puedes decir lo que desees.
- Pues eso, que digo yo que si, cuando acabes de hablar, vais a dar escabeche para todos los presentes.

En medio del jolgorio general, abatido y cabizbajo, el ilustre maragato, catedrático de la Universidad de Salamanca, Director del Banco Exterior de España y representante de Acción Republicana en las Cortes Constituyentes, se percató de repente de que aquella batalla educativa y doctrinal iba a ser más larga y trabajosa de lo que, en principio, parecía.

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