domingo, 26 de febrero de 2012

El cuentista de Celama


En las fiestas patronales venía a Pobladura un cuentista de Celama.

Contaba cosas de amores, de rencillas lejanas, terremotos en Lisboa, maleficios de hombres-lobo en la montaña, el crimen horroroso de una venta en el Portillo, mocitas enamoradas que se ahogaban en el río...

Y la gente, en el corro de las eras, escuchaba entusiasmada.

Pero el cuentista se ha hecho viejo y se empeña en contarnos las miserias cotidianas:

Que se ha arruinado Venancio, que la helada ha abrasado los manzanos, que en Santioste ya no vienen por la leche, que no  hay agua en el pantano, que no queda gente en Celama...

El alcalde les ha pedido a los guardias que lo encierren preventivo si aparece por La Nava.

jueves, 23 de febrero de 2012

Vestido con plumas ajenas



Blancanieves se despide de los siete enanitos

Leopoldo María Panero

Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas.  En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas.  Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos.  Os echaré de menos, nunca os olvidaré.  Pañuelos que se pierden en el horizonte.  A lo lejos se oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban.  Está en venta el jardín de los cerezos.



domingo, 19 de febrero de 2012

Evaristo y el mar

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Versión narrada

Evaristo y el mar

Versión escrita


Evaristo murió una mañana de marzo sin haber visto el mar. Al menos, eso decía la gente del barrio al verle pasar cada día (la boina calada, la chaqueta de pana, el colegial y el paraguas terciado a la espalda), camino de Carbajal.


Eran ya quince años los que Evaristo había gastado oteando el mar de centenos y barbechos de las Eras de Renueva, apostado en Cantamilanos, vigilando, por si acaso volvían algún día.


- Pero ¿quién quieres que venga, Evaristo, hombre?
- Pues ellos, coño, Lucio, los de entonces, no seas bobo.


Algunos decían que había empezado con eso cuando vino de hacer el Servicio en Zamora; otros, que eran cosas de amores; y algún otro, que era el miedo pegado a las tripas de cuando la guerra.


Pero eran ya quince años, cumplidos como un rito cotidiano, con sol o con nieve. oteando los mares de trigo de la vega del Bernesga, cobijado, los días de viento, a la abrigada de las tapias del polvorín, contemplando impasible la tranquila deriva del viejo vapor renqueante que parecía la fábrica de botellas en su eterno viaje hacia Asturias.


Las lecheras, si acaso le encontraban al paso, le decían, aguantando las risas:


- ¡Vigila, Evaristo, vigila, que vienen dos barcos de arriba!


Y Evaristo callaba y miraba, clavados los ojos en un punto lejano, como viendo crecer las paleras de la vieja Granja-Escuela de Don Nicóstrato Vela.


Y por la tarde, al sol puesto, volvía Evaristo despacio, cansados los ojos de tanto mirar y entraba a sentarse un momento al fielato, con Lucio.


Y Lucio sacaba del cesto el pan, el chorizo, el queso y aquella botella de vino con la paja en el corcho. Comían despacio, en silencio. Y Evaristo, al calor de la estufa, se quedaba dormido. Al despertar, se ajustaba la boina, levantaba la mano en un incierto saludo y se iba, fundido en la noche.


Los últimos días de aquel mes de febrero, su pecho rugía como un viejo vapor; apenas comía y se despertaba asustado, sorprendido por alguna presencia invisible.


- Me voy, Lucio, que vienen por mí.


No volvieron a verle ya más. Y aquella mañana de marzo, las lecheras bajaron diciendo que habían visto subir por el río, despacio, dos barcos, camino de Carbajal.


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jueves, 16 de febrero de 2012

Vestido con plumas ajenas


Dibujo original de Pedro Trapiello


Pedro G. Trapiello
La Ira temprana

Una ciudad de sotas, caballos y reyes.
León, Ed. Cerlarayn, 2004.


(Arco de la Cárcel, febrero de 1906)

Por sacarse unas perras antes de ir a la escuela -y también por grillársela algún día-  ayudaba a un leñero de Abadengo en acarreos y repartos; doce años tenía el chaval.  Aquel invierno que se aventaba con revoluciones prolongando la primera guerra mundial vino volcado en nieves con temporal y cargado de faena para el servil oficio de leñador y carbonero.  A las nueve y media de la mañana han acabado y se aprestan a volver a casa el leñero y el rapaz a clase, pero antes de llegar a cruzar el arco, un alguacil de tasas les echa el alto, les detiene la marcha, a ellos y a los bueyes que de por sí no hay que detener porque siempre caminan parados...¡documentos! le reclama al leñero, enséñeme la chapa, tengo que denunciarle...las ordenanzas municipales establecen taxativamente que todos los carros de leña y urces han de abandonar la ciudad antes de las nueve de la mañana (cosas de incendios antiguos) y en ello se empecina el alguacil de la gorra de plato.  Alega el de Abadengo que su carro no es de leña esta vez, sino de carbón de cisco, puro carbón, carbón que sale de la leña, pero no es leña propiamente dicha lo que él trajina, de modo que aquí no cabe la ordenanza, señor agente, está usted en un error...¡¿un error la autoridad?!...

Hay multa, se monta escándalo y rapaz y carbonero tienen asegurada la mañana en un calabozo municipal de tapial que hay en la calle la Rúa vigilado por guripas con un cepo en la sesera.  Cuando les sueltan a la una y media de la tarde por ahorrarse el darles la ración de mediodía, el guaje mastica entre labios un "será cabrón, aquí no hay justicia".  Guantazo en los morros y otra vez al calabozo ¿Quién es tu padre, chaval, donde vives?...

Aquella tarde, reventando de ira, comenzó a nacer en todo lo hondo de sus furias un libertario rebelado, un anarquista.  Buenaventura Durruti rumia y sueña hasta la madrugada unas cuarenta venganzas posibles y ajustadas a derecho natural.


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sábado, 11 de febrero de 2012

Dos textículos

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Con permiso de Favelis
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1.
Aunque pobre, tenía un corazón de oro.  De todos modos esto no fue suficiente aval para que el banco le concediera un crédito personal.


2.

Decía que sabía imitar a los pájaros como nadie lo había hecho.  Pero nadie le creyó.  Por eso, una tarde rompió con todo y salió volando




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miércoles, 8 de febrero de 2012

Vestido con plumas ajenas

Fotografía: El limpiabotas, Luis Camacho.  Ver 



Parábola o elipse


Luis Artigue
Las perlas del loco Ventura.


Aquella mañana Leuclidio, el limpiabotas del Café Victoria, miró como si fueran un espejo aquellos zapatos de piel de cocodrilo antes de darles lustre. Pero, cuando empezó a frotarlos con un paño, encima de esos zapatos apareció aquel hombre impecablemente trajeado que aseguró ser un genio... Te concedo tres deseos... ¿Quéééééé?


Ahora Leoclidio es el dueño del Café Victoria, viste con traje y corbata y las mujeres hermosas lo buscan.


El ex dueño del Café es el nuevo limpiabotas.


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domingo, 5 de febrero de 2012

La meta

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Habían sido treinta años de superar obstáculos y envidias.  Años de renuncia y sinsabores. De aplazamiento indefinido del placer.  De humillación y fingimiento.


Pero todo parecía estar justificado. Como el tributo necesario para alcanzar la meta que se había propuesto desde joven.


Hoy, sudoroso y feliz, después de tantos años, lo ha conseguido, al fin..


Pero, al pararse a pensar, es incapaz de recordar qué estaba buscando y qué pinta él aquí.

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sábado, 4 de febrero de 2012

Aleluyas de Zapopan


Quiera Dios, quiera la Virgen
quieran los santos del cielo
que nunca te veas envuelta
en tan triste desconsuelo
como le ocurrió a la dama
cuya historia aquí os cuento,
que si no es por San Miguel
y otro novio de repuesto, 
se habría quedado a dos velas
viendo que un hermano apuesto
le levantaba a su novio
sin ningún remordimiento.



Un día descubrí que mi novio David estaba enamorado de mi hermano y me sentí ofendida, enojada y desilusionada, pero gracias a San Miguel Arcángel conocí a José Antonio y me enamoré perdidamente de él y ahora me da mucha alegría que mi hermano y David se quieran tanto y también sean felices como yo.  Ofrezco este retablito para dar gracias a San Miguel.


jueves, 2 de febrero de 2012

Vestido con plumas ajenas



Seis palabras 4 pesetas

Antonio Pereira
"La divisa en la torre"

La criada de la señora que me tenía de pupilo se llamaba Benigna, estaba buena para mis primarias necesidades de entonces y me consentía tocamientos por encima de la ropa. Pero sobre este tema de la pensión no quiero extenderme, porque irremediablemente se hace literatura de costumbres, que no sé por qué está tan mal vista.

Benigna se arreglaba mal con la escritura, yo le hacía los sobres para su novio, pero no las cartas. El novio venía a verla de tarde en tarde, cuando juntaba para el viaje a fuerza de ahorrar y de horas extraordinarias.

Un día coincidí con Benigna en la ventanilla de Telégrafos y el funcionario estaba agobiado y exigía que se le diera completo el impreso. La chica miraba angustiada a su alrededor y al verme se puso colorada y pareció como si titubeara, pero me alargó el papel para que se lo cubriera. Los telegramas eran baratos y aun así se limitaban a casos de mucha desgracia. Con letra clara escribí el dictado desgarrador:

No vengas estoy con el mes.