Larry Flynt, el viejo y poderoso magnate de la industria del porno y de la estética más kitsch del país donde ocurren estas cosas, publicó un anuncio a toda página en la edición del domingo del Washington Post, ofreciendo un millón de dólares a la mejor y más escandalosa historia que acreditase, con detalles, haber mantenido un encuentro sexual con algún alto miembro del Congreso o del Gobierno y fuese capaz de relatarlo con suficientes pormenores como para ocupar tres programas de la tele en horario de Prime Time y algunos reportajes chispeantes en las revistas y periódicos de su grupo editorial.
A la gente, desde aquella cuestión de la becaria (lo del examen oral, si no recuerdan), parecían encantarle estas batallas. Y, al final, todo es dinero. Lo decía Larry Flynt, socarrón y convencido, a quienes querían escucharle:
-"Hay más dinero en un buen polvo (si lo sabes escoger y contar bien) que en cuatro mil reportajes de la National Geographic".
Lo cierto es que el anuncio provocó un revuelo colosal: se hicieron eco del asunto los telediarios de todas las cadenas y las tertulias radiofónicas de la mayor parte de los países integrantes de la ONU.
Madamas de varias casas de Señoritas de Compañía de Washington DF, en su justa labor de promoción, se prestaron a entrevistas y programas, dejando caer, como advertencia o amenaza, que "¡Ay, por Dios, si ellas hablaran" y, a la redacción de la revista convocante llegaron en seis días treinta y dos mil respuestas que juraban por su vida haberse pasado por la entrepierna a políticos, gobernantes y pastores protestantes.
Después vino la tarea de la criba. De las 32.000 respuestas recibidas, 48 resultaron auténticamente comprobables:
-20, en despedidas de solteros (al final, ya se sabe, mucha risa y pocas nueces).
-18 tórridas noches de Motel con ocasión de algún Congreso Extraordinario, pero con delegados de alguna circunscripción lejana (pongamos North Kentucky) y cuyos lances amorosos sólo podrían interesar a algunos de sus vecinos, que no a todos.
-7, con un poco más de morbo, con algún Gobernador, cuya identidad, por miedo o precaución, se negaron a desvelar.
-2, con conocidos miembros del Congreso; cosa que, según dijeron, al final se quedó en nada, por haberse quedado dormidos como niños, con la excusa del stress, después de las ostras y el champán.
Y, por fin, ya ves por donde, lo que parecía ser un bombazo: una historia con el mismísimo Presidente del Senado.
Pero, al final, todo fue inútil. Hubo que declarar desierto el premio. Faltaba el requisito del detalle, pues la chica sólo supo decir, a pesar de las presiones:
-"Mire usted: una será todo lo puta que haga falta, que lo es y de eso vive y pide a Dios que no le falte, pero no es mentirosa. Y ¿qué quiere que le diga? Por mi madre que no fue para tanto y, con la cosa de la rutina, tampoco tiene una la cabeza para andar imaginando".
Y es que, a la postre, de poco sirve el hecho. El verdadero placer está siempre en la cabeza del que escucha o imagina los detalles. Ya se sabe.
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8 comentarios:
Increíble :)
Y cuánto están tardando aquí en copiar la idea, oye.
Abrazos Francisco.
Efectivamente, almalaire. Esto si que debería estar en el decreto del gobierno de medidas estrictas contra la crisis y no el recorte del sueldo a los funcionarios
Pues parece que el placer no sólo está en el que escucha.A la vista de los treinta y dos mil que acudieron a la llamada, los que lo cuentan también deben disfrutar de lo lindo...
Estimado Francisco, no habrá un lapsus y quiso decir Flint, Larry Flint.
Saludos.
Lo cierto, amigo Alberto, es que la historia no dice si los treinta y dos mil lo hacían por placer, por el dinero prometido o por salir en la tele, como belén esteban.
Saludos
Tienes toda la razón, amigo Carlos. Procedo a la rectificación, de inmediato
Deliciosa y picante historia.El candor de la putilla me recuerda el de la pobre prostituta pastusa (especie de gallega colombiana)que al cumplir seeenta años descubrió que las demás cobraban. Estupendo microrelato. Felicitaciones Francisco. Saludos,
Kapizán
Querido Kapi. Me parece maravillosa la cosa de la puta sexagenaria y gratuita. Con tu permiso la usaré en algún chascarrillo.
Un abraqzo
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