domingo, 5 de abril de 2009

La recta escritura de Dios

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No podía creerlo. Tendría que haber alguna explicación racional. Tal vez fuera una extraña ofrenda de alguna mujer de la parroquia. Algo normal, seguramente.

Don Braulio se repetía todo esto mientras contemplaba ensimismado la pila del agua bendita, llena de leche hasta los bordes, reflejando en su blancura la llama temblorosa de las velas.

Parecía que todo estaba cambiando de repente y a más velocidad de la que él necesitaba para poder comprender todos estos prodigios o señales que se venían repitiendo desde hacía algunos días.

Las sorpresas parecían hacerse habituales en este momento del último recorrido por la iglesia después del rosario de las ocho.

Don Braulio disfrutaba especialmente estos últimos momentos del día: el silencio espeso y resonante de la iglesia, el sonido apagado de los coches que llegaba de la calle, las sombras temblorosas y alargadas de las velas y el deleite anticipado de las sopas y los huevos con chorizo que, seguramente, el ama le tendría, como siempre, preparado. Placeres pequeños y sencillos que compensaban, para él, tantos años de frío y de silencio.

Pero algo había venido a turbar, desde hacía tres semanas, la dulzura de este último momento del recuento. Al principio fue ese extraño olor a rosas y a perfume que parecía salir del altar de la derecha donde habían colocado la nueva imagen de María Magdalena; después, aquellos goterones rojos como sangre que caían de las velas y, desde hacía quince días, este misterio de la leche que llenaba la pila, cada tarde, hasta los bordes.

Por no se sabe qué extraña coincidencia, todos aquellos prodigios o señales habían comenzado el mismo día en el que la nueva cofradía de mujeres "Las Hermanas de María Magdalena y de las Santas Mujeres" decidieron en capítulo patrocinar la antigua capilla de San Roque y poner en el retablo la nueva imagen de María Magdalena estrenada el Viernes Santo en una procesión que recorrió el Casco Viejo.

Era aquella una cofradía recién fundada y, sin embargo, no podría decirse que no hubiera sufrido sobresaltos.

Fue primero la pertinaz oposición de las cofradías históricas, que se negaban a admitir la presencia de "paponas" en las procesiones. Para eso estaban las Manolas. El conflicto se superó después de serias negociaciones, con procesiones distintas, algunos desplantes y no pocas picardías.

Pero la cosa llegó a su punto culminante cuando la nueva cofradía expuso el paso de María Magdalena que había mandado tallar a un escultor del barrio de El Ejido, director, por otra parte, de la Escuela Municipal de Artes Plásticas, instalada en los locales que ocupaba "la Gota de Leche" en el Consistorio Viejo de la plaza.

El primero que dio la voz de alarma fue un seise, mercero de profesión, al que todos llamaban "La Dolores" no se sabe si en reconocimiento a su devoción por la Virgen Dolorosa o con motivo de alguna otra rara inclinación tan fácil de imaginar como difícil de probar.

Hasta el periódico local se hizo eco de la supuesta magnificencia de los pechos de la imagen de la santa.

Crecieron de tal modo los rumores, las visitas, los chistes y las risas que el Obispado se vio obligado a intervenir nombrando Censor y Delegado Episcopal a Don Etelvino Fernández Tejerina, natural de Portilla de la Reina, Bachiller en Teología por el Seminario Conciliar de San Froilán, cincuenta años al servicio de la Diócesis, último dómine de la preceptoría de Vidanes y actual capellán del Cementerio Municipal.

Don Etelvino estuvo a solas un rato en la carpa que guardaba y exponía la imagen de la santa y evacuó el siguiente informe:

"Etelvino Fernández Tejerina, Presbítero, natural de Portilla de la Reina, Bachiller en Sagrada Teología por el Seminario Conciliar de San Froilán, Censor y Delegado Episcopal, en cumplimiento del encargo recibido de elevar censura sobre el supuesto carácter irreverente que, a tenor de las denuncias recibidas, parece desprenderse del tamaño y turgencia de los pechos de la imagen de María Magdalena, mandada tallar, a sus costas, por la Cofradía de "Las Hermanas de María Magdalena y de las Santas Mujeres"

Manifiesta

que realizada por él mismo la oportuna inspección "de visu" de la imagen en cuestión y comparada su complexión y sus hechuras con los cánones que rigen la escultura religiosa y la decencia que aconsejan las normas de moral y de piedad en asunto de imágenes de culto, con la limitación que le impone el Sagrado Celibato en lo tocante a la anatomía femenina y a sus justas proporciones, no encuentra grave error de proporción o desmesura y, por tanto, considera que no existe mayor inconveniente en que la tal imagen pueda ser venerada en procesión, siempre que se cuide en no exagerar sus atributos.

Tal es el dictamen que, a la luz de su razón y su conciencia, el abajo firmante somete al superior juicio. conocimiento y experiencia, en extremos semejantes, de Vuestra Excelencia Reverendísima, cuya vida Dios guarde muchos años para gloria de la Iglesia, provecho de esta Diócesis y salvación de las almas"

Aquello, el juicio del obispo publicado en el periódico y la oportuna diligencia de que la procesión saliese por la noche, recorriendo las calles en penumbra del barrio medieval hicieron que, poco a poco, fueran cesando los rumores.

Terminadas las fiestas de la Pascua, la imagen quedó instalada en la antigua capilla de San Roque de la Iglesia del Mercado, regentada por Don Braulio.

Comenzaron al poco los prodigios y se fue corriendo la noticia de que la santa era milagrosa en cuestiones de males de mujeres. Fueron aumentando, día tras día, en el altar, las velas, las flores y las ofrendas de flanes y cuajadas. Y se llenaba cada día el cepillo de limosnas.

Se perdió la calma y el sosiego, pero, en cambio, por fin, aquel año podrían quitarse las goteras.

Al cerrar la iglesia aquella noche, Don Braulio agradeció en silencio las natillas y la recta escritura del Señor, con renglones tan torcidos.



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2 comentarios:

Daalla dijo...

Bien está lo que bien acaba, como dijo Shakespeare.
Un saludo.

Francisco Flecha dijo...

Saludos dalla. No había dado señales de vida antes porque he estado fuera
Saludos