jueves, 22 de mayo de 2008

La revolución

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Recojo aquí, para acompañar a la viñeta de Favelis, un artículo que tuvieron a bien publicarme en EL PAÍS en la lejana fecha del 28.03.1987


No me lo podía creer. Miraba una y otra vez el desmesurado anuncio de tal acontecimiento, que me golpeaba a página completa, en negativo, desde la Prensa de León. No era posible. Quizá fuese una broma, un ardid publicitario. Pequeñas cosas provincianas para cuando no ocurre nada. Pero no. También aparecía en EL PAÍS. A doble página, en negativo, para mayor impacto. No quedaba lugar para la duda: ha estallado la revolución.Y no es que me molestase tal noticia. ¿Cómo habría de molestarme si durante tantos años había sido la palabra y el sueño, más o menos inconcreto, que me había visto crecer a lo largo de los múltiples mayos, abriles y octubres con los que poblaba mi memoria? Sin embargo (no puedo negarlo), el anuncio me produjo una inexplicable congoja. Como el reencuentro con un viejo amor adolescente al que habías prometido eterna fidelidad.

Como las vírgenes necias sorprendidas por la llegada del esposo. La revolución ha estallado cuando parecía tan lejana, cuando ya nadie la esperaba, cuando parecía haber quedado reducida al lenguaje nostálgico de los jóvenes carrozas que utilizan los recuerdos como arma arrojadiza, como tabla de naufragio de una juventud que, como siempre, se ha pasado muy deprisa.

Pues bien, como quiera que sea, si esto es así, si ha llegado la hora, sólo nos queda una cosa: salir a la calle ("a la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo..."). Por eso, esta mañana me puse un clavel en la solapa y recorrí las calles dispuesto a saludar emocionado al cartero, al policía, al lechero, cumpliendo también un viejo rito. Pero todo estaba igual. Nada parecía haber cambiado. O al menos nadie parecía haberse enterado. Fue inútil preguntar. Nadie sabía de qué estaba hablando.

Sólo después de mucho caminar descubrí en una enorme valla publicitaria que la revolución era un nuevo modelo de coche. Me avergüenza decirlo, pero sentí un ligero alivio. Al fin, todo sigue igual. Y, después de todo, siempre hay un motivo para la alegría desde hoy, ya es primavera en El Corte Inglés.

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una imagen soberbia para ilustrar unas palabras sobre una palabra que ya nadie sabe muy bien qué significa.
Supongo que nada está perdido mientras habite en nuestro interior, al menos.

Anónimo dijo...

La imagen es lo mejor y lo dice todo. Te recomiendo una visita larga y reposada al sitio del maestro Favelis. Ya verás lo que es bueno.
Saludos

Anónimo dijo...

Insomnia, no hagas caso, yo soy Martín Favelis y te aseguro que no es para tanto. Lo bueno está en este blog (donde además aparecen comentaristas ilustres, yo, por ejemplo).

Saludos, amigo, otra vez te pesqué hablando bien de mí a mis espaldas.