Con permiso de Favelis
Aquella tarde, en la barraca de los espejos de la feria logró, al fin, ver la imagen verdadera de aquello en lo que se había convertido, a golpes de vivir aquella vida.
Apenas lo pudo soportar. Salió corriendo a refugiarse en la confortable mentira cotidiana que le devolvía el espejo de su baño, al afeitarse.
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