lunes, 20 de agosto de 2007

NO LE DIGAS A MI MADRE QUE TENGO NOVIO

No le digas a mi madre
que tengo novio
que si no no me deja
ir al hilorio.
(copla popular de Hibernia).

Cuando, como en Macondo, el mundo era tan nuevo que muchas cosas aún no tenían nombre, a este viejo reino imaginario. los héroes primigenios dieron en llamarle Hibernia. Tal vez porque, como luego han venido diciendo los paisanos, aquí no hay más que dos estaciones: la del invierno y la del ferrocarril. Éste es, según dicen también, un clima que sólo es bueno para la producción masiva de bueyes y canónigos.

Pues bien, para hacer más soportables las largas noches del invierno, cuando fuera de las casas, más allá de cuadras y majadas, la nieve caía en farrapos grandes como pañuelos, las gentes de los pueblos de montaña se reunían en una sola cocina (por ahorrar, seguramente, luz y leña) en un acto ritualizado como todos al que llamaban "calecho", "hilorio" o "filandón", donde las mujeres hilaban o escogían las lentejas, los hombres hacían herramientas con palos y navajas, los mozos buscaban la penumbra para los juegos silenciosos de la edad y los niños echaban palos a la lumbre o escuchaban las historias refugiados bajo escaños y entre faldas.

Así iba pasando el tiempo, lento como la nieve, el dolor o el desengaño, acunado por el sonoro contar de algunos chismes, cuentos de miedo con brujas y con trasgos, con lobos o con muertos, chascarrillos y chistes, romances de enamorados y otras cosas, seguramente no tan literarias, como novenas, rosarios y trisagios.

Nada nuevo, por otra parte. La vieja historia milenaria de los pueblos de esta olla del Mediterraneo donde lentamente se ha ido cociendo lo que somos a la sombra de los relatos de la Biblia, de los viajes de Ulises, del Decamerón o de aquel contar meloso de la mora Sherezade, que consiguió engatusar al Gran Visir durante mil y una noches de relatos.

Lo cierto es que, con estas tradiciones, se ha mantenido en muchas gentes de este reino (entre las que yo quiero contarme) la pasión, antigua como el mundo, de contar, siempre que haya la ocasión y otros dispuestos a escuchar. No importa el contenido, ni la forma, ni si es cuento, relato o chascarrillo, ni si uno es el primero que lo cuenta. Sólo el placer de recrear un mundo real o imaginado coexistiendo en paralelo con este que habitamos y que, con ello, resulta (o se pretende) más liviano y soportable.

Pues bien, ahora que vuelvo, acabadas las cosechas del verano, a esta inmensa cocina virtual, a los días del traje y del trajín, quisiera hacer aquí y en compañía un filandón como el de entonces con historias canallas, pequeños relatos, chascarrillos, chistes disimulados como historias.

En fin, cosas que puedan ayudar a pasar este invierno largo y crudo, mientras llega el verano, si es que llega.

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