miércoles, 13 de junio de 2007

EDUCANDO A TARZÁN (1)

Después de doce días de un llover torrencial sobre la jungla, salió el Sol y volvió el ajetreo de pájaros y monos.

Tarzán se enfrascó en una febril escalada de liana en liana como si fuera lo último que habría de hacer en esta vida.

Fue entonces cuando Chita, en su sufrido papel de entrenadora, dijo aquello que debería estar escrito en bronce a la puerta de ministerios y despachos:

-No trepes tan deprisa, hijo, que la arboleda es breve.